sábado, 30 de junio de 2018

Uruguay y Portugal, preparados para octavos con sus armas de gol

Hay formas diferentes de ser un artillero letal. Hay quienes están en el lugar adecuado y rematan con frialdad, con potencia, con instinto goleador, y definen sin fallar, como bien lo hace el uruguayo Luis Suárez. Y hay otros que (muy escasos, un par, por cierto) inventan goles donde no los hay, donde no se esperan, y los hacen de lujo, con un sello personal, como los hace el portugués Cristiano Ronaldo. Esos dos tipos de delanteros, que tantas veces se han enfrentado en la Liga de España, se miden este sábado por un cupo a cuartos de final del Mundial de Rusia. Uno de los dos sigue, el otro hace maletas y regresa a casa.


Los uruguayos no conocen derrota fácil. No la venden barata. Si han de perder lo hacen con sangre en vez de sudor. Ser uruguayo es pertenecer a un prototipo de futbolista que no regala nada. Pareciera que cuando el árbitro pita el final, ellos quieren seguir corriendo. Así han sido desde siempre, desde que nació la famosa garra charrúa, que originalmente tiene que ver con una matanza de los indios charrúas, por allá en 1832 (según letras de Eduardo Galeano), pero que en fútbol representa ese coraje que a veces se confunde con agresividad. Suárez es un heredero de esa historia, un delantero que no da pelota por perdida, que no baja los brazos nunca. 

Suárez ya lleva dos goles en este Mundial. Le anotó a Arabia Saudí y a Rusia. El ‘Pistolero’, como le llaman, parece ir a la caza de Cristiano, que lleva dos goles más. A los árabes les anotó con su sutileza habitual. Esperó la pelota en el área chica y solo tuvo que empujarla. Parece fácil, pero ¿cuántos delanteros no fallan en ese instante, abrumados por la soledad? Ese fue su partido 100 con la camiseta uruguaya y lo celebró con anotación. Luego, contra los rusos ya aumento el nivel de dificultad.
Clavó un golazo de tiro libre en el que casi engaña hasta la cámara. La pelota pasó por debajo de la barrera y fue directo al palo que le correspondía al arquero ruso, que no llegó a la bala, pero la vio penetrar en la red dejando un muy seguro aura de humo. 

Si Suárez abandonó el Mundial de Brasil hace cuatro años por un mordisco grotesco y descarado al italiano Chiellini, que además le valió una larga suspensión de cuatro meses; en Rusia muestra los colmillos, pero no los usa. Apenas le sirven para intimidar defensas. Sus únicos mordiscos son de goles, como los hace en el Barcelona. Así que este mundial es su revancha.

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